El parque de casas móviles Lilner, ubicado en la comunidad de Sweet Water, enfrenta una situación crítica a menos de dos semanas de la fecha final para el desalojo oficial. Según reporta AméricaTeVé Miami, aproximadamente 200 trailers permanecen en pie, con residentes que luchan por mantener sus pertenencias y su salud en medio de condiciones cada vez más precarias. La fecha límite para abandonar el lugar está fijada para el 19 de mayo de 2024, y el ambiente dentro del parque refleja la incertidumbre y el desgaste emocional que viven estas familias.
Hace años, el parque de casas móviles Lilner en Sweetwater era el hogar de cerca de 900 familias, un lugar tranquilo y adecuado para la vida familiar. Sin embargo, hoy la realidad es muy distinta. Apenas quedan 200 trailers en pie, la mayoría aún habitados por personas que enfrentan la angustia de tener que abandonar sus hogares en cuestión de días.
Los residentes describen el cambio como un deterioro palpable en la calidad de vida. La tranquilidad de antaño se ha visto reemplazada por el estrés, la inseguridad, y problemas de salud que se han intensificado en las últimas semanas. Irene Díaz, desde el lugar, reporta que los trailers están llenos de cajas, con familias que se apresuran a empacar y salir, pero que no siempre encuentran un lugar para donde ir.
La salud de los residentes es uno de los aspectos más preocupantes en esta situación. Muchos reportan síntomas preocupantes, como fiebre, diarrea y vómitos, que atribuyen a la contaminación ambiental dentro del parque. Algunos mencionan la presencia de polvo de asbestos, producto del desarme progresivo de los trailers y la demolición parcial del lugar, que podría estar afectando directamente a quienes aún viven allí.
«No podemos estar afuera de casa porque se nos pone la voz, así como usted la está escuchando. Y ahora mismo toda mi familia está padeciendo de diarrea, fiebre y vómito. Todos estamos contagiados aquí en casa con eso», dijo Mirka Salinas a una reportera de América Tevé.
Juan y su esposa Dania, quienes han vivido más de 12 años en el parque, también expresan su preocupación por los múltiples problemas de salud que enfrentan, además de las picaduras que han sufrido debido a la inseguridad y la contaminación. Ellos, como muchos otros, se sienten atrapados y desamparados, enfrentando la inminente pérdida de su hogar tras tantos años.
Ante la proximidad del desalojo, los residentes que aún permanecen en el parque Lilner han unido fuerzas para intentar ganar más tiempo. Contrataron un equipo legal que presentó una petición en los tribunales para extender el plazo y así poder buscar una nueva vivienda con tranquilidad. Sin embargo, esta solicitud aún está en espera y no garantiza un resultado favorable.
La mayoría de quienes quedan en el parque no han encontrado un lugar alternativo para vivir. En palabras de uno de los residentes, «Todavía estamos en eso. No tenemos un lugar exacto para eso. Estamos en ese proceso. Nosotros no sabemos ni para dónde vamos.»
Esta incertidumbre se agrava por la edad y condiciones de muchos de los residentes, quienes sienten que están «atados de pies y manos» ante esta situación que no controlan. La angustia de perder un hogar que ha sido su refugio durante años es palpable en cada conversación y cada caja que se empaca.
El parque de casas móviles Lilner ha sufrido cambios visibles en su estructura física. Los trailers de los vecinos que se fueron ya se demolieron ara dar paso a nuevas construcciones. En el lugar donde antes había una escuela ahora se levanta un edificio y la antigua piscina ahora está ocupada por otra edificación.
Esto ha generado la percepción entre los residentes de que el terreno está siendo vendido para desarrollos inmobiliarios con fines comerciales. «No hay escrúpulo con esto aquí porque han hecho donde estaba la escuela un edificio y aquí en la piscina hicieron otro, ya hicieron tres edificios allá. Creo que esto lo han vendido para llenar esos edificios», lamentó un residente.
El dinero ofrecido a los residentes para facilitar su reubicación ronda los 16,000 pesos, una cantidad que para muchos es una «migaja» en comparación con lo que se necesita para rentar o comprar una nueva vivienda en la zona. Los residentes sienten que esta compensación no refleja el valor real de sus hogares ni cubre las dificultades de encontrar un nuevo lugar.
Esta importante zona del condado de Miami-Dade está ubicada a pocos minutos de la Universidad Internacional de Florida y Miami Dade College, así como del Aeropuerto Internacional de Miami y disímiles de centros comerciales lo que lo convierte en un área de importancia para el desarrollo inmobiliario.
La firma que posee el parque, CREI Holdings, ha planeado un nuevo proyecto que contará con residencias innovadoras, un centro para la comunidad, servicios médicos y espacios al aire libre.
El administrador del parque, actuando en nombre de Urban Group, afirmó que han cumplido con las normativas dictadas por el condado y que se ha autorizado a los residentes a entrar para recoger sus pertenencias antes de que comience la demolición definitiva. “Estamos comprometidos con la seguridad de nuestra comunidad y, siguiendo el protocolo exigido por el condado, iniciamos hoy la demolición autorizada de las viviendas móviles desocupadas”, dijo el vocero del parque