
La experiencia de pasar por el control de seguridad en los aeropuertos de Estados Unidos está a punto de volverse un poco más cómoda. La Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, por sus siglas en inglés) ha comenzado a eliminar, de forma gradual, el requisito de que los pasajeros se quiten los zapatos durante la inspección de seguridad, una medida instaurada tras el intento de atentado del llamado “shoe bomber” en 2001.
Según un memorando interno obtenido por medios nacionales, desde el pasado domingo, varios aeropuertos importantes del país han empezado a aplicar la nueva directriz que permite a los viajeros mantener sus zapatos puestos en las filas generales de seguridad. Entre los aeropuertos pioneros en implementar esta flexibilización se encuentran Baltimore–Washington (BWI), Fort Lauderdale, Cincinnati/Northern Kentucky, Portland, Filadelfia y Piedmont Triad, además de reportes de pruebas en Los Ángeles (LAX) y LaGuardia (LGA).
La decisión responde, principalmente, a los avances tecnológicos en los sistemas de escaneo, capaces de detectar explosivos y otros objetos prohibidos sin necesidad de retirar el calzado. Estos modernos equipos han demostrado ser efectivos para identificar amenazas que, tras el intento de atentado del “shoe bomber” en 2001, motivaron la instauración de la medida.
Además, la TSA busca agilizar el paso por los controles, reducir las filas y mejorar la experiencia de los viajeros, eliminando pasos considerados innecesarios para la mayoría de los pasajeros.
Aunque se espera que la norma se extienda próximamente a más aeropuertos, la agencia aclara que los zapatos podrán seguir siendo revisados si los escáneres detectan anomalías. La medida es parte de un esfuerzo más amplio por modernizar la seguridad sin comprometer la protección en los vuelos.
No obstante, las autoridades aclaran que los pasajeros podrían seguir teniendo que quitarse el calzado si el escáner detecta alguna anomalía durante el proceso.
Hasta ahora, solo los viajeros inscritos en el programa TSA PreCheck —un servicio que, mediante el pago de una tarifa y un proceso de verificación, otorga un pase expedito en los controles— podían mantener puestos sus zapatos, cinturones y chaquetas, así como dejar dispositivos electrónicos y líquidos dentro del equipaje de mano.
El fin de esta norma marca un giro significativo en los protocolos de seguridad instaurados tras los atentados del 11 de septiembre y otros intentos de ataques. Para millones de viajeros, podría significar el final de una de las incomodidades más recordadas de volar en Estados Unidos.
La medida de obligar a los pasajeros a quitarse los zapatos en los controles de seguridad de los aeropuertos de Estados Unidos se implementó a raíz del intento de atentado perpetrado en diciembre de 2001 por Richard Reid, conocido como el “shoe bomber”. Reid intentó detonar explosivos ocultos en sus zapatos durante un vuelo transatlántico, lo que llevó a las autoridades estadounidenses a endurecer las revisiones de seguridad para evitar que objetos peligrosos pasaran inadvertidos.
Aunque la política empezó a aplicarse de manera más sistemática en 2006, se convirtió en uno de los protocolos más emblemáticos —y para muchos, incómodos— de la seguridad aeroportuaria tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. El objetivo siempre fue impedir que explosivos u otros materiales prohibidos se introdujeran a bordo de los aviones, garantizando la seguridad de los pasajeros y tripulaciones.