Empresario cubano en Miami aparece junto a Sandro Castro y desata indignación entre los exiliados cubanos

Geoffrey Rodríguez y Sandro Castro. Foto: Perfil de Facebook de La Tijera

La difusión de imágenes del empresario Geoffrey Rodríguez —prófugo de la justicia estadounidense— junto a Sandro Castro, nieto del fallecido dictador Fidel Castro, ha causado una ola de reacciones en Miami y entre la comunidad cubana en el exterior. La controversia no solo se centra en su figura personal, sino también en lo que su presencia en Cuba simboliza: la intersección entre negocios, política y la influencia persistente de la familia Castro en la vida pública de la isla.

De empresario en Miami a viajar a La Habana

Rodríguez se dio a conocer en el sur de Florida como supuesto propietario de una franquicia del restaurante Porto Alegre Brazilian Grill, donde construyó una imagen de empresario exitoso. Paralelamente, incursionó en redes sociales como activista digital, en particular por sus ataques al influencer Alexander Otaola, uno de los críticos más férreos del castrismo.


El peso simbólico de Sandro Castro

Sandro Castro, nieto de Fidel, ha cultivado una imagen pública distinta a la de otros miembros de su familia. Propietario de bares y restaurantes en La Habana, suele proyectarse como un joven empresario vinculado al ocio nocturno y el turismo, rodeado de figuras de la farándula y personajes controvertidos.

Su presencia al lado de Rodríguez y de otros cubanos cuestionados en el exilio cubano como Cinthya Medrano (“La Cintumbare”) o Santiago Rivero Morales (“Santy Ogbetua”), ha reforzado la idea de que la familia Castro mantiene lazos con individuos con historial cuestionable en EE.UU. Esta exposición pública ha sido interpretada como una forma de propaganda, en la que se mezclan poder político, negocios y frivolidad.

Casos recurrentes y patrón de conducta

El caso de Rodríguez no es aislado. En los últimos años, varias figuras con cuentas pendientes en Estados Unidos han sido vistas en Cuba en compañía de Sandro Castro. Medrano, deportada tras enfrentar problemas legales, y Rivero Morales, señalado como prófugo, han sido fotografiados en eventos y fiestas organizadas por el nieto del dictador.

Este patrón alimenta sospechas en el exilio sobre posibles vínculos de protección o complicidad, que permitirían a estas personas rehacer su vida en la isla mientras evitan enfrentar a la justicia norteamericana.


Reacciones en el exilio cubano

Las redes sociales y los medios independientes reflejan un amplio malestar. Críticos señalan que situaciones como la de Rodríguez ponen en evidencia una doble moral: individuos que en Miami se beneficiaron del sistema económico estadounidense ahora se refugian en Cuba y, en ocasiones, incluso se muestran cercanos a quienes representan la continuidad del régimen.

“De esos hay cientos. Mucho dinero sucio en Miami y las autoridades miran para otro lado”, expresó un lector en declaraciones recogidas por el medio La Tijera. El comentario resume la percepción de impunidad que muchos exiliados atribuyen tanto a las autoridades estadounidenses como a la complicidad del régimen cubano.

Entre especulaciones y falta de pruebas

A pesar de las teorías que vinculan a Rodríguez y a otros personajes con redes de lavado de dinero o actividades ilícitas, hasta el momento no existen pruebas concluyentes que respalden tales afirmaciones. Sin embargo, su exposición pública al lado de los Castro alimenta la narrativa de que sectores del exilio y del poder en Cuba se entrelazan en espacios que escapan a la transparencia y la rendición de cuentas.

Impacto en la narrativa política

Este episodio ocurre en un contexto de desconfianza creciente entre el exilio y la isla. Para muchos cubanos en Miami, la presencia de fugitivos estadounidenses en Cuba simboliza una grieta en la lucha contra el castrismo, ya que esas figuras son utilizadas por el régimen para exhibir un supuesto “retorno” de empresarios y artistas a la patria.

Por otro lado, dentro de la isla, la cercanía con Sandro Castro refuerza su rol como un mediador entre los jóvenes cubanos, el entretenimiento nocturno y las viejas estructuras del poder, proyectando la idea de una nueva generación de “empresarios revolucionarios” pero siempre vinculados al régimen respaldados por la herencia de la familia gobernante.

Más allá de un simple escándalo mediático, esta situación refleja la compleja relación entre exiliados, justicia estadounidense y la élite cubana, un triángulo donde se cruzan intereses económicos, políticos y sociales que mantienen viva la polémica en ambos lados del estrecho de la Florida.


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